viernes, 2 de noviembre de 2007

MARXISMO

MARXISMO

Economía marxista

El Marxismo es el conjunto de doctrinas políticas y filosóficas derivadas de la obra de Karl Marx, filósofo, economista, periodista y revolucionario del siglo XIX y de su amigo Friedrich Engels quien lo ayudo en mucho de sus avances en sus teorias. Marx y Engels se basaron en la filosofía de Hegel y de Feuerbach, ambos alemanes, la economía política de Adam Smith, la economía ricardiana y el socialismo francés del siglo XIX para desarrollar una crítica de la sociedad que es tanto científica como revolucionaria. Esta crítica alcanzó su expresión más sistemática en su obra más importante, El capital: crítica de la economía política. Además de las raíces mencionadas, algunos pensadores marxistas del siglo XX, como Louis Althusser, Toni Negri o Miguel Abensour han señalado en la obra de Marx, el desarrollo de temas presentes en la obra de Maquiavelo o Spinoza.


Karl Marx

Desde la muerte de Marx en 1883, varios grupos del mundo entero han apelado al marxismo como base intelectual de sus políticas, que pueden ser radicalmente distintas y opuestas. Una de las mayores divisiones ocurrió entre los socialdemócratas, que alegaban que la transición al socialismo puede ocurrir dentro de un sistema pluripartidista y capitalista, y los comunistas, que alegaban que la transición a una sociedad socialista requería una revolución. La socialdemocracia resultó en la formación del Partido Laborista y del Partido Socialdemócrata de Alemania, entre otros partidos; en tanto que el comunismo resultó en la formación de varios partidos comunistas; en 1918 en Rusia, previo a la formación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, dimanan 2 partidos del Partido Obrero Social Demócrata de Rusia: el Partido Comunista, formación comunista, y el Partido Social Demócrata de Rusia, de tendencia socialdemócrata. Aún sigue habiendo muchos movimientos revolucionarios y partidos políticos en todo el mundo, desde el final de la Unión Soviética, aunque el internacionalismo obrero ha sufrido una grave crisis. Aunque hay partidos socialdemócratas en el poder en varias naciones de Occidente, hace mucho que se distanciaron de sus lazos históricos con Marx y sus ideas. En la actualidad en Laos, Vietnam, Cuba, la República Popular China y Moldavia hay en el poder gobiernos que dicen ser marxistas.

Las raíces filosóficas del marxismo

Primera edición del Manifiesto del Partido Comunista, Marx tuvo dos grandes influencias filosóficas: la de Feuerbach, que le aportó y afirmó su visión materialista de la historia, e indudablemente la de Hegel que inspiró a Marx acerca de la aplicación de la dialéctica al materialismo. Aunque para su trabajo de disertación doctoral eligió la comparación de dos grandes filósofos materialistas de la antigua Grecia, Demócrito y Epicuro, Marx ya había hecho suyo el método hegeliano, su dialéctica. Ya en 1842 había elaborado su Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel desde un punto de vista materialista. Pero a principios de la década del 40, otra gran influencia filosófica hizo efecto en Marx: Feuerbach. Especialmente con su obra La esencia del cristianismo. Tanto Marx como Engels abrazaron la crítica materialista de Feuerbach al sistema hegeliano, aunque con algunas reservas. Según Marx, el materialismo feuerbachiano era inconsecuente en algunos aspectos, idealista. Fue en las Tesis sobre Feuerbach (Marx, 1845) y La ideología alemana (Marx y Engels, 1846) donde Marx y Engels ajustan cuentas con sus influencias filosóficas y establecen las premisas para la concepción materialista de la historia.

Si en el idealismo de Hegel la historia era un devenir contradictorio que reflejaba el autodesarrollo de la Idea Absoluta, en Marx son el desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción las que determinan el curso de la historia, la base del desarrollo político, cultural, ideológico. Para los idealistas la historia era el desarrollo de las ideas. Marx expone la base material de esas ideas y encuentra allí el hilo conductor del devenir histórico. Marx resume la génesis y sintetiza su concepción materialista de la historia en Contribución a la crítica de la economía política (1859):

"el primer trabajo emprendido para resolver las dudas que me azotaban, fue una revisión crítica de la filosofía hegeliana del derecho, trabajo cuya introducción apareció en 1844 en los “Anales francoalemanes”, que se publicaban en París. Mi investigación me llevó a la conclusión de que, tanto las relaciones jurídicas como las formas de Estado no pueden comprenderse por sí mismas ni por la llamada evolución general del espíritu humano, sino que, por el contrario, radican en las condiciones materiales de vida cuyo conjunto resume Hegel siguiendo el precedente de los ingleses y franceses del siglo XVIII, bajo el nombre de “sociedad civil”, y que la anatomía de la sociedad civil hay que buscarla en la economía política.

En Bruselas a donde me trasladé a consecuencia de una orden de destierro dictada por el señor Guizot proseguí mis estudios de economía política comenzados en París. El resultado general al que llegué y que una vez obtenido sirvió de hilo conductor a mis estudios puede resumirse así: en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales.

El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general.

No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una fase determinada de desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí.

De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica se transforma, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas transformaciones hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de transformación por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción.

Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, porque, mirando mejor, se encontrará siempre que estos objetivos sólo surgen cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. A grandes rasgos, podemos designar como otras tantas épocas de progreso en la formación económica de la sociedad el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués.

Las relaciones burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso social de producción; antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por lo tanto, la prehistoria de la sociedad humana."

En su labor política y periodística Marx y Engels comprendieron que el estudio de la economía era vital para conocer a fondo el devenir social. Fue Marx quien se dedicó principalmente al estudio de la economía política una vez que se mudó a Londres. Marx se basó en los economistas más conocidos de su época, los británicos, para recuperar de ellos lo que servía para explicar la realidad económica y para superar críticamente sus errores.

Vale aclarar que la economía política de entonces trataba las relaciones sociales y las relaciones económicas considerándolas entrelazadas. En el siglo XX esta disciplina se dividió en dos.

Marx siguió principalmente a Adam Smith y a David Ricardo al afirmar que el origen de la riqueza era el trabajo y el origen de la ganancia capitalista era el plustrabajo no retribuido a los trabajadores en sus salarios. Aunque ya había escrito algunos textos sobre economía política (Trabajo asalariado y capital de 1849, Contribución a la Crítica de la Economía Política de 1859, Salario, precio y gananciade 1865) su obra cumbre al respecto es El Capital.

El capital ocupa tres volúmenes, de los cuales sólo el primero (cuya primera edición es de 1867) estaba terminado a la muerte de Marx. En este primer volumen, y particularmente en su primer capítulo (Transformación de la mercancía en dinero), se encuentra el núcleo del análisis marxista del modo de producción capitalista. Marx empieza desde la "célula" de la economía moderna, la mercancía. Empieza por describirla como unidad dialéctica de valor de uso y valor de cambio. A partir del análisis del valor de cambio, Marx expone su teoría del valor, donde encontramos que el valor de las mercancías depende del tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas. El valor de cambio, esto es, la proporción en que una mercancía se intercambia con otra, no es más que la forma en que aparece el valor de las mercancías, el tiempo de trabajo humano abstracto que tienen en común. Luego Marx nos va guiando a través de las distintas formas de valor, desde el trueque directo y ocasional hasta el comercio frecuente de mercancías y la determinación de una mercancía como equivalente de todas las demás (dinero).

Así como un biólogo utiliza el microscopio para analizar un organismo, Marx utiliza la abstracción para llegar a la esencia de los fenómenos y hallar las leyes fundamentales de su movimiento. Luego desanda ese camino, incorporando paulatinamente nuevo estrato sobre nuevo estrato de determinación concreta y proyectando los efectos de dicho estrato en un intento por llegar, finalmente, a una explicación integral de las relaciones concretas de la sociedad capitalista cotidiana. En el estilo y la redacción tiene un peso extraordinario la herencia de Hegel.

La crítica de Marx a Smith, Ricardo y el resto de los economistas burgueses residen en que su análisis económico es ahistórico (y por lo tanto, necesariamente idealista), ya que toman a la mercancía, el dinero, el comercio y el capital como propiedades naturales innatas de la sociedad humana, y no como relaciones sociales productos de un devenir histórico y, por lo tanto, transitorias. Junto con la teoría del valor, la ley general de la acumulación capitalista, y la ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia, son otros elementos importantes de la economía marxista.


Análisis de clases

Los marxistas consideran que la sociedad capitalista se divide en clases sociales, de las que toman en consideración principalmente dos:

La clase trabajadora o proletariado: Marx definió a esta clase como «los individuos que venden su mano de obra y no poseen los medios de producción», a quienes consideraba responsables de crear la riqueza de una sociedad (edificios, puentes y mobiliario, por ejemplo, son construidos físicamente por miembros de esta clase; también los servicios son prestados por asalariados). El proletariado puede dividirse, a su vez, en proletariado ordinario y lumpenproletariado, los que viven en pobreza extrema y no pueden hallar trabajo lícito con regularidad. Éstos pueden ser prostitutas, mendigos o indigentes.

La burguesía: quienes -poseen los medios de producción- y emplean al proletariado. La burguesía puede dividirse, a su vez, en la burguesía muy rica y la pequeña burguesía: quienes emplean la mano de obra, pero que también trabajan. Éstos pueden ser pequeños propietarios, campesinos terratenientes o comerciantes.

Para Marx, el comunismo sería una forma social en la que la división en clases habría terminado y la estructura económica sería producto de «la asociación de los productores libres», y el producto social se distribuiría según el criterio «de cada cual de acuerdo a su capacidad; para cada cual según sus necesidades».

Algunos pensadores socialistas opinaban que la clase trabajadora debía apropiarse del Estado capitalista existente y convertirlo en un Estado revolucionario obrero que implantaría las estructuras democráticas necesarias para luego marchitarse. Cabe mencionar que Lenin en su obra El Estado y la Revolución explica que el estado burgués debe ser destruído para luego instaurar un Estado revolucionario y que sería este estado quien se extinguiría conforme desaparezcan las contradicciones de clase (El Estado y la Revolución). Por otro lado, otros pensadores socialistas como Mijaíl Bakunin y Piotr Kropotkin, compartiendo la idea de la lucha de clases, afirmaron que el Estado o cualquier forma de autoridad y centralización de poder, per se, era el problema (político-económico), y que destruirlo debía ser el objetivo de toda actividad revolucionaria. Esta dicotomía frente al Estado marcó la división definitiva entre marxistas y anarquistas.

Muchos gobiernos, partidos políticos, movimientos sociales y teóricos académicos han afirmado fundamentarse en principios marxistas. Ejemplos particularmente importantes son los movimientos socialdemócratas de la Europa del siglo XX, el bolchevismo ruso, la Unión Soviética y otros países del bloque oriental, Mao, Fidel Castro, Ernesto "Che" Guevara, Santucho y otros revolucionarios en países agrarios en desarrollo. Estas luchas han agregado nuevas ideas a Marx y, por lo demás, han transmutado tanto el marxismo que resulta difícil especificar el núcleo de éste. Actualmente las transformaciones socio-económicas han obligado a repensar al marxismo en una línea llamada posmarxismo en la cual se encuentran autores como Ernesto Laclau y Chantal Mouffe.

Se acostumbra hablar de teoría marxista cuando se hace referencia a la aplicación de planteamientos marxistas a diversas cuestiones no estrictamente económicas o políticas, como la religión, el arte, la relación entre sexos o razas, etcétera, sin necesidad de asumir la totalidad de las ideas marxistas.


Revoluciones y gobiernos inspirados en el marxismo

La Revolución de Octubre de 1917, encabezada por los bolcheviques (cuyas figuras principales eran Vladímir Lenin y León Trotsky) fue el primer intento a gran escala de poner en práctica las ideas socialistas de un Estado obrero. A raíz de la muerte de Iósif Stalin se comenzó un proceso de progresiva liberalización económica, que tuvo su culminación con la perestroika.

Después de la II Guerra Mundial, la ideología marxista, a menudo con respaldo soviético, dio origen a partidos comunistas revolucionarios en todo el mundo. Algunos de estos partidos lograron a la postre tomar el poder y establecer según ellos su propio Estado marxista. Estas naciones comprendían a la República Popular China, Vietnam, Rumania, Alemania Oriental, Albania, Polonia, Camboya, Etiopía, Yemen del Sur y otros.

Muchas de estas naciones que se proclamaron marxistas estaban muy influidos por el estalinismo, lo que llevó a que algunos seguidores de Marx las criticaran, por considerarlas dictatoriales, dándose un debate entre defensores y detractores. Los seguidores de las corrientes dentro del marxismo que se opusieron a Stalin se agruparon principalmente en torno a Trotsky, tendieron a ubicar el revés en el plano del fracaso de la revolución mundial; para que el comunismo, como meta final del socialismo científico, hubiera triunfado éste tenía que abarcar todas las relaciones comerciales internacionales que antes había desarrollado el capitalismo.

En 1991, la Unión Soviética se disolvió y el nuevo Estado ruso ya no se identificó con el marxismo. Otras naciones del mundo siguieron el mismo camino. Actualmente el socialismo científico ha dejado de ser una fuerza política prominente en la política mundial.


Religión

El marxismo ha sido tradicionalmente opuesto a todas las religiones. Marx escribió al respecto que la religión es el opio del pueblo (el texto completo: “La miseria religiosa es, por una parte, la expresión de la miseria real y, por la otra, la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, así como es el espíritu de una situación carente de espíritu. Es el opio del pueblo." ). La fundamentación filosófica del rechazo de la religión ha sido desarrollada por el materialismo dialéctico de autores como Engels y Lenin.

En cualquier caso, ha habido diversos teóricos autodenominados marxistas que consideran que ser marxista y religioso es compatible. Dentro de ellos se puede señalar al irlandés James Connolly, a diversos autores dentro de la teología de la liberación (como Camilo Torres). Pero la crítica teórica hacia cualquier religión se basa en que ésta es concebida como el resultado de la producción de la superestructura de la sociedad, es decir, de la fabricación de ideas ideológicas que se hace una sociedad sobre sus propios modos de producción ecónomicos. Así, la religion siempre es una concepción de ideas políticas que tienden a reafirmar la estructura ecónomica existente. Los textos marxistas donde se puede encontrar información sobre la concepción marxista de la religión son: La ideología alemana de Carlos Marx y Federico Engels y La Filosofía como arma de la revolución de Louis Althusser.


La crítica liberal

Los miembros de la escuela austríaca fueron los primeros economistas liberales en criticar sistemáticamente la escuela marxista. Esto fue, en parte, una reacción a la Methodenstreit (controversia sobre la cuestión del método), cuando atacaron las doctrinas hegelianas de la escuela histórica. Aunque muchos autores marxistas han intentado presentar a la escuela austríaca como reacción burguesa a Marx, tal interpretación es insostenible: Carl Menger escribió sus Principios de economía casi al mismo tiempo que Marx completaba El capital. Los economistas austríacos fueron, no obstante, los primeros en enfrentarse directamente con el marxismo, ya que ambos trataban de asuntos como el dinero, el capital, los ciclos económicos y los procesos económicos. Eugen von Böhm-Bawerk escribió críticas extensas de Marx en los años 1880 y 1890, y varios marxistas prominentes (como Rudolf Hilferding) asistieron a su seminario en 1905-1906.

Posteriormente existió un debate entre Ludwig von Mises (discípulo de Böhm-Bawerk), quien consideraba que el socialismo era imposible al no existir un mercado que determinase los precios, y Oskar Lange, quien defendía una economía socialista con un mercado estatal en la que los precios fuesen determinados según un método de ensayo y error, hasta hallar un precio adecuado. La crítica de Mises al marxismo se extendió a la metodología de interpretación histórica con su crítica al polilogismo clasista. El debate entre ambos economistas continuó durante varios años, hasta que Oskar Lange afirmó que Von Mises tenía razón. Sin embargo, años después volvió a modificar su punto de vista, y defendió la economía soviética asimilando el aporte de Von Mises al análisis de la acción humana: la praxeología. La respuesta austríaca a los argumentos de Oskar Lange se vio completada con el análisis de Friedrich Hayek.

Diversos autores marxistas han ofrecido en los años posteriores respuestas a los argumentos liberales. Mientras que algunos defienden modelos de socialismo de mercado más refinados que el de Oskar Lange (por ejemplo, David Schweickart), otros consideran aun que es posible establecer una economía socialista sin mercado. En este último grupo se puede diferenciar entre los que sostienen que el método de cálculo en el socialismo debe realizarse según la teoría del valor trabajo y los que sostienen que el valor trabajo sólo existe en las sociedades capitalistas. Actualmente la crítica más refinada de la escuela austríaca al socialismo en todas sus variantes ha sido realizada por Jesús Huerta de Soto en su libro Socialismo, cálculo económico y función empresarial.

También existe un grupo de socialistas que han dado su apoyo al libre mercado entre productores. Proponen un socialismo sin planificación colectivista mediante la combinación de individualismo y supresión de la propiedad privada lockeana. Sus representantes, varios precursores o representantes del mutualismo, son Thomas Hodgskin, Pierre-Joseph Proudhon, Benjamin Tucker, Silvio Gesell, Franz Oppenheimer, y Kevin Carson.


Karl Marx

Karl Marx nació en Tréveris (Trier en alemán), siendo el tercero de siete hijos de una familia judía de clase media. Su padre, Herschel Mordechai (luego Heinrich) Marx, quien era descendiente de una larga línea de rabinos, ejercía la abogacía en Tréveris, su ciudad natal. Era además consejero de justicia, sin embargo recibió fuertes presiones políticas, por parte de las autoridades prusianas que le prohibieron continuar con sus prácticas legales de acuerdo a su religión y le obligaron a abrazar el Protestantismo para poder mantener el cargo en la administración de Renania. Su madre fue Henrietta Pressburg, nacida en Holanda, sus hermanos fueron Sophie, Hermann, Henriette, Louise, Emilie y Caroline.

Realizó sus estudios de Derecho en la Universidad de Bonn pero los dejó para estudiar filosofía en Berlín. Se doctoró en 1841 en Jena con una tesis titulada Diferencia entre la filosofía de la naturaleza de Demócrito y la de Epicuro. Pronto se implicó en la elaboración de trabajos en torno a la realidad social, colaborando en 1842 junto con Bruno Bauer en la edición de la Gaceta Renana (Rheinische Zeitung), publicación de la que pronto llegó a ser redactor jefe. Durante este período también frecuentó la tertulia filosófica de Los Libres (Die Freien). La publicación finalmente sería intervenida por la censura, y posteriormente, Marx tuvo que marchar al exilio.

El periodo de París

Junto a Ruge funda en París la revista Anales franco-alemanes (Deutsch-französische Jahrbücher), de la que fue director, si bien durante poco tiempo ya que el gobierno francés la cierra por presión del gobierno prusiano. En 1844, en París, Marx conoce y traba amistad con Friedrich Engels, que se convertirá en su principal colaborador y además le ofrecerá en múltiples ocasiones apoyo económico debido a la penuria económica a la que se ve sometida su familia dada la eventualidad de sus ingresos. También conocerá en Francia a otros importantes pensadores socialistas de la época tales como Pierre-Joseph Proudhon, Louis Blanc y Mijaíl Bakunin y al poeta alemán Heinrich Heine. Escribió sus reflexiones teóricas de esa época en una serie de cuadernos de trabajo que póstumamente fueron publicados como los Manuscritos económicos y filosóficos. Por otra parte, el peso político de sus artículos periodísticos le hizo ganar fama de revolucionario, lo que provocó su expulsión de Francia.

El periodo de Bruselas y del Manifiesto

Establecido en Bruselas, funda la Liga de los Comunistas, tras lo cual se declara apátrida, ateo y revolucionario. Tras el periodo revolucionario de 1848 y la publicación del Manifiesto del Partido Comunista, en coautoría con Engels, se traslada a Colonia, donde organiza un nuevo diario, "Nueva Gaceta Renana" (Neue Rheinische Zeitung). Su nueva publicación alcanza un éxito inmediato, en el contexto de una época de fuerte sentimiento social y compromiso revolucionario. En consecuencia, es prohibido por el gobierno renano.


El periodo de Londres y del Capital

Es ahora cuando Marx se dedica a la escritura de una de sus obras fundamentales, El Capital, que elabora en las salas de lectura del Museo Británico. El primer volumen de El Capital no verá la luz hasta 1867, tras dieciocho años de trabajo.

Además, Marx participó en la fundación y organización de la Primera Internacional (28 de septiembre de 1864), conocida como la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), participando activamente en las discusiones. A él se le encarga la redacción del Llamamiento inaugural de la Internacional y participa en la elaboración de su estatuto y otros documentos. Se entablará a partir de los debates un enfrentamiento entre Marx y Bakunin, que terminará con la expulsión de este último en el Congreso de La Haya de 1872 y la salida de la Internacional de las secciones bakunistas. Estos últimos, reunidos en el Congreso de Saint-Imier (Suiza), no reconocerían los acuerdos de La Haya y refundarían la Internacional.

Tras la derrota de la Comuna de París de 1871, que significó un duro golpe para la Internacional, Marx se retiró de la lucha política y se dedicó a la escritura de su pensamiento. El 14 de marzo de 1883 falleció en Londres.


Pensamiento

Testigo y víctima de la primera gran crisis del capitalismo (década de 1830 del siglo XIX) y de las revoluciones de 1848, Marx se propuso desarrollar una teoría económica capaz de aportar explicaciones a la crisis, pero a la vez de interpelar al proletariado a participar en ella activamente para producir un cambio revolucionario.

La vasta obra de Marx ha sido leída de distintas formas. En ella se incluyen obras de teoría y crítica económica, polémicas filosóficas, manifiestos de organizaciones políticas, cuadernos de trabajo y artículos periodísticos sobre la actualidad del siglo XIX. Muchas de sus obras las escribió junto con Engels. Los principales temas sobre los que trabajó Marx fueron la crítica filosófica, la crítica política y la crítica de la economía política.

Algunos autores pretendieron integrar la obra de Marx y Engels en un sistema filosófico, el marxismo, articulado en torno a un método filosófico llamado materialismo dialéctico. Los principios del análisis marxista de la realidad también han sido sistematizados en el llamado materialismo histórico y la economía marxista. Del materialismo histórico, que sitúa la lucha de clases en el centro del análisis, se han servido numerosos científicos sociales del siglo XX: historiadores, sociólogos, antropólogos, teóricos del arte, etc. También ha sido muy influyente su teoría de la alienación.

Otros autores, entre los que destaca Louis Althusser, argumentan que los escritos de Marx no forman un todo coherente, sino que el propio autor, al desarrollar sus reflexiones críticas sobre la economía política durante la década de 1850, se desembarazó de su propia conciencia filosófica anterior y comenzó a trabajar científicamente. Desde esta perspectiva no existiría una ciencia marxista, sino un científico, Karl Marx, que fue un pionero en la comprensión de los mecanismos fundamentales que rigen el funcionamiento de la sociedad moderna, en especial con su reelaboración de la teoría del valor, y cuya obra cumbre fue El Capital.

Las obras de Marx han inspirado a numerosas organizaciones políticas comprometidas en superar el capitalismo. Por una parte, habría que señalar la interpretación que han realizado leninistas, trotskistas y maoístas, partidarios de que una vanguardia del proletariado se haga con el poder a través de la fuerza, para así avanzar hacia el socialismo.

Por otra, la que realiza la socialdemocracia, en sus orígenes contraria a la táctica revolucionaria y partidaria de avanzar hacia el socialismo a través de progresivas reformas parlamentarias (hay que decir que la mayoría de partidos socialdemócratas han ido poco a poco reformando sus planteamientos, hasta aceptar la economía de mercado). Otros teóricos, como los del comunismo consejista son partidarios de la toma del poder por parte de la clase obrera autoorganizada y no por parte de un partido.


Ideas filosóficas

Durante su juventud, y tras su formación en filosofía, Marx recibió la influencia del filósofo alemán predominante en Alemania en aquel tiempo, Hegel. De este autor tomó el método del pensamiento dialéctico, al que, según sus propias palabras, pondría sobre sus pies; significando el paso del idealismo dialéctico del espíritu como totalidad al materialismo histórico.

Una interpretación sobre el desarrollo de la obra de Marx, proveniente del francés Louis Althusser, considera que los escritos de Marx se dividen en dos vertientes. Esta interpretación es relevante en la exegética marxista, pero a la vez es muy polémica y pocos autores la mantienen al día de hoy. Althusser encuentra dos etapas:

1 - Marx joven (hasta 1845) período en que estudia la alienación (o enajenación) y la ideología, desde una perspectiva cercana al humanismo influida en gran parte por la filosofía de Ludwig Feuerbach.

Marx se pregunta y contesta en sus Manuscritos de 1844:

¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo? Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la peste. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, de ascetismo. En último término, para el trabajador se muestra la exterioridad del trabajo en que éste no es suyo, sino de otro, que no le pertenece; en que cuando está en él no se pertenece a si mismo, sino a otro. (...) Pertenece a otro, es la pérdida de sí mismo. [1]

Paralelamente a estas ideas describe al hombre con diversas concepciones: lo considera un ser real de carne y hueso; es únicamente el resultado de la historia económica, un predicado de la producción de la misma.

Piensa que el hombre se realiza modificando la naturaleza para satisfacer sus necesidades en un proceso dialéctico en que la transformación de agente y paciente es transformación mutua. La autogeneración del hombre es un proceso real, histórico – dialéctico, entendiéndose la dialéctica como proceso y movimiento a través de la superación sintética de las contradicciones.

Cuando Marx habla de 'realidad' hace referencia al contexto histórico social y al mundo del hombre. Asegura que el hombre es sus relaciones sociales.

Para Marx, lo que el hombre es no puede determinarse a partir del espíritu ni de la idea sino a partir del hombre mismo, de lo que éste es concretamente, el hombre real, corpóreo, en pie sobre la tierra firme. El hombre no es un ser abstracto, fuera del mundo sino que el hombre es en el mundo, esto es el Estado y la sociedad.

La libertad, la capacidad de actuar eligiendo, está limitada a las determinaciones históricas, pero es, al mismo tiempo, el motor de aquéllas cuando las relaciones sociales y técnicas entran en crisis.

Dios, la Filosofía y el Estado constituyen alienaciones en el pensamiento, alienaciones dependientes de la alienación económica, considerada para Marx única enajenación real.

En líneas generales, Marx defiende la idea de que la alineación empobrece al hombre sociohistórico negándole la posibilidad de modificar aspectos de los ámbitos en los que se ve involucrado, provocándole una conciencia falsa de su realidad. Sin embargo, éste es un hecho que puede suprimirse.

Políticamente, el pensador alemán aboga por una sociedad comunista. Entre el hombre alienado (aquel que no coincide consigo mismo) y el hombre comunista (aquel que finalmente es igual a hombre) se coloca el proceso transformador. Sólo en la sociedad comunista habrá desaparecido toda alienación.

2 - Marx maduro (1845-1875): Según Althusser, 1845, el año de La ideología alemana y las Tesis sobre Feuerbach, marca la ruptura epistemológica (concepto tomado de Gaston Bachelard). A partir de la cual Marx rompe con su etapa anterior, ideológica y filosófica, e inaugura un período científico en el cual desarrolla estudios económicos e históricos usando el método del materialismo histórico. Como diría Althusser, Marx inaugura el continente historia.

Este es, eminentemente, el período de su magna obra: El capital. Crítica de la economía política. No hay que olvidar, por otro lado, los textos de los que esta obra surge: la Contribución a la crítica de la economía política (que dará material para el primer capítulo de El capital) o los Grundrisse, cuyo tardío descubrimiento dio mucho que hablar sobre las continuidades de Marx con su primera etapa, y proporcionó de argumentos a los críticos de la ruptura epistemológica. Durante su etapa de madurez, la obra de Marx se vuelve más sistemática y surgen sus conceptos económicos más destacados: la teoría del valor, la explotación como apropiación de plusvalía, o la teoría explicativa sobre las crisis capitalistas.

Críticos de Marx

La importancia de Karl Marx en el panorama intelectual y político del siglo XIX, y de su legado en el siglo XX, han provocado numerosas críticas a su obra y su persona. En el siglo XIX, las principales críticas provenían de intelectuales y organizaciones del movimiento obrero que sostenían posturas políticas distintas a las de Marx. Entre otros, Bakunin, anarquista y rival en la inspiración de la Internacional, consideraba autoritario a Marx.

Durante el último tercio del siglo XIX y, sobre todo durante el siglo XX, la fuerza del marxismo en los ambientes intelectuales y organizaciones políticas de todo el mundo hizo que numerosos pensadores conservadores y liberales intentasen refutarlo. Algunas críticas se centran en elementos concretos de la obra de Marx, mientras otras se oponen a alguna de las versiones del canon marxista elaborado por las organizaciones políticas y los intelectuales socialistas o comunistas.

Poco después de la muerte de Marx, el economista austríaco Böhm-Bawerk publicó varios ensayos sobre el subjetismo del valor, entre ellos Karl Marx and the Close of His System, de 1896, donde consideraba refutar El Capital y la teoría del valor-trabajo marxista, en tanto que teorías del campo de la economía. Ya en el siglo XX, una de las críticas más influyentes ha sido la de Karl Popper. En La sociedad abierta y sus enemigos analizó lo que llama 'profecías' marxistas, supuestamente desmentidas por la historia. Popper escribió también un ensayo crítico con las pretensiones del marxismo como ciencia de la historia, considerando que incurre en lo que llama 'historicismo'.

En el plano de la crítica personal, el historiador Paul Johnson dedica a Marx un capítulo de Intellectuals, un libro en el que resalta la mezquindad personal de muchas otras luminarias intelectuales.[1]


Bibliografía

El Capital, de Karl MarxDiferencia entre la filosofía de la naturaleza de Demócrito y la de Epicuro (1841)
La cuestión judía (1843)
La crítica de la filosofía del derecho de Hegel (1844)
Manuscritos económicos y filosóficos (1844, publicado póstumamente en 1932)
Tesis sobre Feuerbach (1845, publicado póstumamente)
Trabajo asalariado y capital (1845)
La sagrada familia (en colaboración con Engels, 1845)
La ideología alemana (en colaboración con Engels, 1845, publicado póstumamente)
La miseria de la filosofía (1847) (critica de Filosofía de la miseria de Proudhon)
Manifiesto Comunista (en colaboración con Engels, 1848)
Circular del Comité Central a la Liga Comunista (en colaboración con Engels, 1850)
Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850 (Escrito entre enero al 1 de noviembre de 1850)
El dieciocho brumario de Luis Bonaparte (1851–1852)
[Simón] Bolívar y Ponte ((1858))
Contribución a la crítica de la economía política (1859)
La tecnología del capital: Subsunción formal y subsunción real del proceso de trabajo al proceso de valorización. (Extractos del manuscrito de 1861-1863) Karl Marx
El capital (Das Kapital) (1864–1877. Sólo el libro primero fue acabado por Marx)
Estatutos Generales de la Asociación Internacional de los Trabajadores (1864)
Salario, precio y ganancia (1865)
La guerra civil en Francia (1870–1871)
De las resoluciones de la Conferencia de Delegados de la Asociación Internacional de los Trabajadores (Londres, 23 de septiembre de 1871) (en colaboración con Engels, 1871)
Crítica al Programa de Gotha (1875, publicado póstumamente)

Según Paul Johnson, los conceptos y la metodología marxistas "tienen un fuerte encanto para [los] espíritus carentes de rigor" (Johnson, Intelectuales, pág. 71); por otro lado afirma (v. op. cit., págs. 83 y ss), “los 'hechos no tienen una importancia central en la obra de Marx”, sino que “ocupan un lugar secundario, refuerzan conclusiones previas a las que llegó independientemente de ellos”; y que El Capital, la obra cumbre de Marx, “es un sermón enorme y a veces incoherente, una embestida contra el proceso industrial y el principio de la propiedad llevada a cabo por un hombre que había concebido un odio fuerte pero esencialmente irracional contra ambos”

Friedrich Engels
Friedrich Engels en 1856.Friedrich Engels (Barmen-Elberfeld, actualmente Wuppertal, Renania, entonces parte de Prusia, 28 de noviembre de 1820 – Londres, 5 de agosto de 1895) fue un filósofo y revolucionario alemán.

Amigo y colaborador de Karl Marx, fue coautor con él de obras fundamentales para el nacimiento de los movimientos socialista, comunista y sindical, y dirigente político de la Primera Internacional y de la Segunda Internacional.

Biografía

Engels era de familia burguesa, hijo mayor de un próspero industrial textil, protestante y conservador. En 1838, Engels se ve obligado a ocuparse como dependiente de una casa de comercio ubicada en Bremen, esto antes incluso de terminar sus estudios en el Liceo, en este tiempo desarrolla una línea de pensamiento que lo lleva a detestar la autocracia y la arbitrariedad de los funcionarios de gobierno. A la par de su trabajo, hizo un esfuerzo por seguir con su estudio científico y político. Desde su paso por la Universidad de Berlín (1841-42) se interesó por los movimientos revolucionarios de la época: se relacionó con los hegelianos de izquierda (Hegel), ya que la filosofía predominante en la Alemania de ese tiempo era la de Hegel, y con el movimiento de la Joven Alemania. Su padre lo envió a Manchester a ocuparse de la fábrica de algodón de su propiedad, y de la experiencia de las penosas relaciones laborales vigentes surgió la obra titulada La situación de la clase obrera en Inglaterra («¿Qué será de tantos millones de seres que no poseen absolutamente nada?»).

Engels murió de cáncer en Londres en 1895 sin dejar descendencia. Sus restos fueron sepultados en Woking.

Colaboración con Marx

Por los mismos años publicó en los Anales Franco-Alemanes, de los que Karl Marx era coeditor, un texto titulado Elementos de una crítica de la Economía Política. De esa época procede su amistad con Marx, al que reconocía una superior capacidad teórica y mayor originalidad en las ideas. En adelante Engels se convirtió en el sostén de Marx, al que mantuvo junto a su familia durante los años en que se dedicaba a elaborar El Capital. En esa primera estancia en Manchester, Engels se vinculó también al activismo político local, militando en el movimiento cartista y colaborando en El Nuevo Mundo Moral (The New Moral World), uno de los periódicos de Robert Owen.

Más tarde, en Bruselas, lugar de refugio de muchos izquierdistas europeos, participó activamente con Marx en la Liga de los Justos, convertida pronto en la Liga de los Comunistas. Marx y Engels se encargaron de redactar un breve panfleto con los principios políticos del nuevo movimiento y que describe el capitalismo con una claridad que sus seguidores consideran no superada. Publicado finalmente con el título de Manifiesto del partido comunista (o Manifiesto comunista) llegó a tiempo de traducirse y difundirse por Europa antes de los movimientos revolucionarios de 1848. Marx y Engels volvieron a Alemania a participar en la lucha, y Engels fue ayudante de campo de August Willich durante la rebelión de Baden–Palatinado. Como consecuencia del fracaso del movimiento Marx y Engels tuvieron que exiliarse en Londres.

En Londres, en 1850, contribuyó a la Nueva Gaceta Renana, editada por Marx y publicada en Hamburgo. También dio a la imprenta la primera edición de Las guerras campesinas en Alemania.

Engels volvió a Manchester, a la fábrica en la que había trabajado y de la que se convirtió en copropietario. Aunque Marx permaneció en Londres eso no les impidió mantener una estrecha colaboración, basada en una correspondencia casi diaria. Finalmente Engels se trasladó a Londres en 1870, haciendo aún más intensa la colaboración hasta la muerte de Marx en 1883. Engels publicó o preparó en esos años algunas de sus obras más notables, como Contribución sobre el problema de la vivienda', El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, La revolución de la ciencia de E. Dühring (más conocida como Anti-Dühring), Del socialismo utópico al socialismo científico o El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. En esos años Engels aparecía como un miembro más de la familia en casa de Marx, cuyas hijas le llamaban «El General».

Obra después de Marx

Engels en 1893.Engels se aplicó a corregir y preparar para publicación los manuscritos que Marx había dejado inconclusos en su preparación de El Capital. El tomo II vio la luz en 1885 y el III en 1894. Esta obra fue el centro de sus esfuerzos hasta su muerte, que ocurrió antes de que pudiera dar a la luz lo que habría sido un tomo IV. El nombre de Engels no figura en forma alguna en la autoría de esos volúmenes, pero es indudable que hay mucho de su mano en ellos. Engels siguió publicando obras originales, como Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, así como artículos militantes en La Nueva Gaceta.

Engels no tuvo sólo protagonismo propio como teórico del socialismo, a pesar de lo contradictoria que nos aparece su doble condición de empresario y revolucionario, sino que siguió participando activamente en el movimiento socialista y comunista. Fue secretario de la Primera Internacional obrera (la AIT) desde 1870, y participó también en la fundación de la Segunda Internacional. Intervino, por sus responsabilidades, en la vida política de los partidos afiliados a la Internacional en el Sur de Europa (España, Portugal e Italia) y en el Este (Rumania, Rusia,…) y escribió libros y artículos al respecto.

Legado

Tras la muerte de Marx, Engels se convirtió en el líder de la socialdemocracia alemana, de la Segunda Internacional y del socialismo mundial, salvaguardando lo esencial de la ideología marxista, a la que él mismo había aportado matices relativos a la desaparición futura del Estado, a la dialéctica y a las complejas relaciones entre la infraestructura económica y las superestructuras políticas, jurídicas y culturales.

Engels se opuso al radicalismo izquierdista, pero tampoco concilió con la evolución reformista del movimiento revolucionario, reeditando la Crítica al programa de Gotha o Las guerras civiles en Francia y finalmente publicando la Crítica al programa socialdemócrata (alemán) de 1891. Dio lugar así a la revisión que condujo al Programa de Erfurt, con el que sí se identificaba. Su colaborador Eduard Bernstein y otros dirigentes condujeron a la socialdemocracia alemana hacia el reformismo parlamentarista, extrayendo del legado de Engels una legitimidad que es negada por otra parte del movimiento, la que condujo a la formación de los partidos comunistas y la III Internacional.

Engels no sólo aplicó el materialismo histórico en sus escritos, sino que desarrolló y aplicó también el materialismo dialéctico, que llegaría a ser la filosofía oficial del movimiento comunista después de la Revolución rusa de 1917. Elementos importantes de sus últimas concepciones filosóficas se encuentran en Dialéctica de la Naturaleza, aunque muchos de sus análisis o ejemplos habían perdido ya valor cuando se publicaron en 1925, en un marco de crecimiento explosivo de la ciencia natural y de debate epistemológico


El marxismo y la formación del hombre nuevo

El pensamiento marxista, nutriéndose de toda la obra de creación humana que le antecedió, sitúa al hombre no sólo como centro de sus preocupaciones filosóficas, sino que propone las vías para lograr una verdadera existencia humana, y en ese sentido proyecta la formación de un hombre nuevo, un individuo superior, plenamente emancipado y desarrollado multifacéticamente en todos sus aspectos, es decir, perfeccionado espiritual, moral, físico y estéticamente.

El humanismo marxista no se basa en una concepción general abstracta del hombre, sino en una visión histórica y social, es decir concreta de lo humano; donde el hombre es, a la vez que creador, resultado de la sociedad en que vive.

Para Marx el hombre es ante todo el conjunto de sus relaciones sociales "... la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de sus relaciones sociales". Relaciones que no son puramente espirituales, entre conciencias, sino la unidad de lo espiritual y lo material, relaciones establecidas a través de la interacción del hombre con la naturaleza en el proceso de producción y reproducción de su vida material y espiritual.

Por medio del trabajo el hombre transforma la naturaleza y crea objetos. El producto es obra humana, proyección u objetivación del hombre. Por medio del trabajo el hombre pone la naturaleza a su servicio, la humaniza, pero, al mismo tiempo el hombre se eleva sobre ella, se remonta sobre su ser natural; en una palabra, se humaniza a sí mismo. Si el trabajo es de este modo, la autoexpresión del hombre y el proceso de su autodesarrollo, debería ser pues, fuente de satisfacción para éste, pero pierde esta posibilidad en el proceso de su enajenación, en la conversión del trabajador en mercancía, efecto de la división social del trabajo, que en las condiciones de la propiedad privada, lo reduce a una fracción de hombre.

Marx analiza la relación existente entre propiedad privada y trabajo enajenado. El trabajo enajenado se vincula con la naturaleza esencial de la propiedad privada y con su desarrollo, por lo que la liquidación de la propiedad privada en un estadio dado del desarrollo social- a través de la revolución social del proletariado- implica simultáneamente la eliminación del trabajo enajenado.

Ya Hegel, en la Fenomenología del Espíritu, había tratado el problema de la enajenación, visto como un recurso de negación dialéctica que permite un autoconocimiento del Espíritu Absoluto, en tanto desaparece la relación sujeto-objeto, para nivelarse en la relación sujeto-sujeto. Para Marx, la enajenación es el concepto que permite explicar aquellas relaciones que conducen a una forma de trabajo en la cual queda anulada la libre actividad humana, sustituyendo la función social del trabajo, orientada hacia el establecimiento de vínculos humanos entre los hombres, por la cosificación de esas relaciones.

El hombre se afirma como ser humano cuando realiza la actividad de forma libre, capaz de proporcionar placer y no una actividad forzada. En el capitalismo, donde la actividad humana se realiza en los marcos de la propiedad privada, la explotación del trabajo asalariado se convierte en un medio de obtención de riquezas. Las relaciones entre los hombres pierde su carácter esencialmente humano y se potencian las necesidades no satisfechas y la descomposición de los valores espirituales.

En el devenir histórico, la propiedad privada limitó el proceso natural de desarrollo del individuo, quedando frustradas las posibilidades de revelar libremente sus capacidades creativas, y el propio proceso del trabajo, dejó de ser un elemento de reafirmación del hombre en la sociedad. Es por ello que en la sociedad burguesa el hombre se ve impedido de desarrollar plenamente sus potencialidades humanas.

Un elemento importante de las reflexiones de Marx, lo constituye la idea acerca de la necesidad de superar la propiedad privada como causante de la deshumanización. Feuerbach consideraba la exteriorización de la esencia humana únicamente como alienación, Marx ve en ella la forma en que se concretan las fuerzas creadoras del hombre, fuerzas que se alienan sólo en condiciones determinadas y por tanto de forma transitoria.

Mientras que Feuerbach no toma en cuenta la práctica transformadora del hombre, Marx define al hombre no sólo en su aspecto genérico, sino esencialmente en su determinación social, como resultado del medio y como fuerza esencial de su transformación. Asume de Feuerbach, la idea de que la alienación constituía la característica de la sociedad deshumanizada, y que la supresión de ella resultaba una condición necesaria para devolver al hombre sus condiciones de ser humano, superándolo al sustentar el criterio de que la transformación de la sociedad exige la supresión del trabajo alienado y esto se logra con la revolución del proletariado, con el cambio del carácter de las relaciones de propiedad. En Marx se presenta la definición de la actividad, como modo específicamente humano de relación entre los hombres, y de éstos con la naturaleza, en el curso de la cual se forma el hombre y se transforma el mundo.

El hombre creador es analizado por Marx no como un ente abstracto, aislado y dotado de propiedades innatas, sino como individuo concreto, que encuentra la medida y el grado de realización de su esencia en el carácter del régimen socioeconómico en que vive y se desenvuelve.

En la sociedad en que está establecida la división del trabajo (basada en la propiedad privada), "las actividades espirituales y materiales, el disfrute y el trabajo, la reproducción y el consumo, se asigna a diferentes individuos, y la posibilidad de que no caigan en contradicción reside solamente en que vuelva a abandonarse la división del trabajo" ; por lo que ello genera distribución desigual del trabajo y de sus productos; o lo que es lo mismo la propiedad, "... división del trabajo y propiedad privada -escribió Marx- son términos idénticos: uno de ellos dice, referido a la actividad, lo mismo que el otro, referido al producto de ésta". Marx hace este planteamiento en el sentido de que la división del trabajo es la que sirve de base a la división de la sociedad en clases. Quiere decir, que la base material de la producción mercantil es la división social del trabajo, pero no su causa, puesto que la causa de la producción mercantil es la propiedad privada sobre los medios de producción, en tanto aislamiento de los productores.

De esta forma, la división social del trabajo provoca que cada hombre cree con su trabajo, sólo un fragmento de la cultura humana, el resto de la riqueza de la humanidad se mantiene para él como algo ajeno, situado fuera de él y que se le contrapone como una fuerza ajena. Lo que significa que la enajenación del hombre aumenta en la medida que aumentan las riquezas que él mismo produce y reproduce con su trabajo, que crea fuera de sí y contra sí.

La división social del trabajo y el nivel de desarrollo logrado por las fuerzas productivas, a la vez está enlazada estrechamente con el carácter del régimen social y es un indicador de las relaciones sociales en cuyo ámbito se realiza el trabajo. Bajo el capitalismo, la división del trabajo se desarrolla de modo espontáneo, las industrias y producciones se desenvuelven de manera desigual y no dejan de surgir desproporciones entre ellas. El ahondamiento de la división del trabajo imprime al proceso de producción un carácter cada vez más social, mientras que la apropiación de los resultados del trabajo sigue siendo cada vez más privada. Sólo al cambiar el carácter de esa división se crean las condiciones para el completo desarrollo del hombre.

Al analizar el planteamiento de Marx y Engels acerca de la eliminación de la división social del trabajo, aspecto que tratan en varias de sus obras, entendemos que el mismo está encaminado no a la eliminación de la división del trabajo, sino al carácter enajenante que le imprime a ésta la existencia de la propiedad privada sobre los medios de producción. Es necesario analizar la división social del trabajo como dos lados de un mismo proceso: por un lado el desarrollo de las fuerzas productivas, su desarrollo, genera el aislamiento de los productores, condicionada por la existencia de la propiedad privada, por el otro, genera un mayor nivel de especialización de los productores, lo que hace que cada vez más, para producir un producto se necesite del trabajo de un mayor número de productores. De todos modos en el comunismo el individuo tendrá que atender una parte del trabajo productivo, pero el empleo de forma social y planificada de los medios de producción y el desarrollo de la ciencia y la técnica, brindarán la posibilidad de desarrollar todas sus capacidades. Quiere decir que lo que cambia es el carácter enajenador de la división del trabajo.

La sociedad se adueña de todos los medios de producción y los emplea de forma social y planificada, de esta forma acaba con el sojuzgamiento a que se ha visto sometido el hombre bajo el dominio de sus propios medios de producción, y como condición, debe desaparecer la vieja división del trabajo. Al respecto Engels plantea:

Su lugar debe ocuparlo una organización de la producción en que, de un lado, ningún individuo pueda desatenderse de su parte de trabajo productivo, que es condición natural de toda existencia humana, cargándola sobre otros y en la que, de otra parte, el trabajo productivo se convierta, de medio de esclavización, en medio de emancipación del hombre, que brinde a todo individuo la posibilidad de desarrollar y ejercitar en todos los sentidos todas sus capacidades, tanto físicas como espirituales, y se transforme de una carga en un goce.

El despliegue de las potencialidades humanas está dado en el contenido social de toda la realidad, en la realidad humanizada que debe ofrecer la sociedad futura. La socialización de la propiedad sobre los medios de producción aparece así como condición indispensable para el progreso de la humanización del hombre, y, por tanto, para el despliegue de todo su ser social.

La socialización de la propiedad sobre los medios de producción, es ante todo la socialización de la actividad, la socialización del trabajo, la planificación y dirección consciente de las fuerzas productivas; "sustituir al individuo parcial, simple instrumento de una función social de detalle, por el individuo desarrollado en su totalidad, para quien las diversas funciones sociales no son más que otras tantas manifestaciones de actividad que se turnan y revelan". Lo que equivale a decir que debe crearse una generación de productores dueños de sus condiciones de producción y reproducción, formados y capacitados universalmente, que conozcan las bases científicas de toda la producción industrial y cada uno de los cuales haya aprendido prácticamente toda una serie de ramas de la producción desde el principio hasta el fin.

Para Lenin la expropiación capitalista permitirá un gigantesco desarrollo de las fuerzas productivas y con ello la eliminación de la vieja división del trabajo. Lo que no se puede precisar es qué tiempo se empleará para lograr ese desarrollo, ni "la rapidez con que se llegará a romper con la división del trabajo, a suprimir el contraste entre el trabajo intelectual y manual, a convertir el trabajo 'en la primera necesidad vital' ."

La transformación de las fuerzas personales en materiales provocada por la división del trabajo no puede eliminarse, quitándose de la cabeza la idea acerca de ella, sino logrando que los hombres sometan bajo su mando estos poderes materiales y supriman la vieja división del trabajo.

El carácter esencialmente humano de la sociedad futura estará dado en las posibilidades que tendrá el hombre de desplegar todo su potencial humano, hacerse verdaderamente un hombre rico, un individuo cuya vida abrace una esfera de variadas actividades de relaciones prácticas con el mundo, que lleve una vida multilateral, que su pensamiento tenga el mismo carácter de universalidad que cualquier otra manifestación de vida de este individuo.

Es decir, para los clásicos del marxismo, la sociedad comunista liquidará la vieja división del trabajo sustituyéndola por una distribución racional de los diversos tipos de actividad, una distribución entre individuos, rica y multilateralmente desarrollada.

El filósofo de la otrora URSS, E.V.Ilienkov, en su obra De ídolos e ideales, al referirse a esta problemática, considera que un modelo de comunidad organizada al modo comunista, se puede construir sólo de individuos multilateralmente desarrollados, un modelo de organización donde el único objetivo de la actividad humana es aquí el propio hombre, y todo lo demás sin exclusión, se convierte en medio que por sí mismo no tiene significación alguna. Es por ello que el comunismo es la única doctrina que contempla la completa liquidación de la enajenación, manteniéndose como ideal a alcanzar.

El descubrimiento de las leyes del desarrollo social y la consolidación de una teoría filosófica científica, le permitieron a Marx afirmar que el hombre es un ser que realizará su esencia humana en la medida y el grado en que lo permita el carácter del sistema social en que vive, por ello plantea la necesidad de superar la sociedad capitalista como causante de la deshumanización moderna, y crear una sociedad que propicie la plena realización del hombre.

De todo este análisis se infiere que para Marx, el hombre nuevo es el individuo que corresponde a la sociedad comunista, sociedad que permitirá el libre desarrollo pleno y armónico del hombre, un productor capacitado universalmente, conocedor de las bases científicas de la producción, y con un pensamiento universal que le permita la plena satisfacción de las necesidades materiales y espirituales, con un alto desarrollo ideopolítico, estético y moral.

El triunfo de la Revolución Socialista de Octubre transformó en realidad las ideas liberadoras de Marx, Engels y Lenin, multiplicándose en todo el mundo la doctrina emancipadora de los clásicos del marxismo, no solamente en Europa sino también en América Latina. En el caso de Europa, se destacó sobremanera el filósofo y luchador italiano Antonio Gramsci, quien fundó en su vida y obra la más estricta fidelidad al espíritu creador del marxismo. Este reconocido marxista, puso en el centro de su análisis la cuestión de la cultura espiritual y el papel de la intelectualidad en el proceso revolucionario.

Antonio Gramsci, al igual que Marx, considera que el hombre es el conjunto de sus relaciones sociales; el hombre activo que modifica el ambiente, entendiendo por ambiente el conjunto de las relaciones en las que interviene cada individuo. Por tanto, si la individualidad propia es el conjunto de las relaciones sociales, hacerse una personalidad significa adquirir conciencia de tales relaciones, de ahí que planteara que "... la actividad revolucionaria que crea al "hombre nuevo", […] crea nuevas relaciones sociales".

Para Gramsci, en el período de la creación revolucionaria y de la fundación de la nueva sociedad, la resistencia y el sacrificio no tienen límites, y el hombre nuevo tendrá que luchar constantemente con el "burgués" al acecho. Utiliza el término hombre nuevo para referirse al hombre que se forma en la actividad práctica, al hombre que se va cambiando en tanto cambian las circunstancias. Como veremos más adelante las coincidencias del Che con estas visiones filosóficas de Gramsci son significativas.

Para Gramsci, en el Partido Comunista como organización que agrupa la vanguardia, puede encontrarse el germen de libertad que tendrá su desarrollo y expansión plena una vez que el Estado obrero haya organizado las condiciones materiales necesarias.

La obra de este autor se difunde en América Latina a partir de los años 50, y por los puntos de coincidencia que encontramos en la concepción guevariana con la de este autor, pudiera afirmarse que su obra fue conocida por el Che, pues es bien conocido que en éste se da lo que Aricó dijo de Gramsci: "Ante todo y por sobre todo fue un político práctico". Ambos planteaban la necesidad de transformar al hombre en la misma medida que se transforma la sociedad que construye el socialismo, donde el hombre adquiere nuevos valores en la actividad práctica, "el socialismo no se impone con un fiat mágico: el socialismo es un desarrollo, una evolución de momentos sociales cada vez más ricos en valores colectivos"

Como ya hemos señalado, al igual que para todo el mundo, para América Latina, la Revolución de Octubre también constituyó un extraordinario hecho histórico. Al influjo de este acontecimiento, toma auge la difusión del marxismo-leninismo aún cuando desde antes, esas ideas habían entrado en la región, divulgándose a través de diferentes vías, aunque muchas veces en formas tergiversadas.

En el caso de Cuba, varios intelectuales revolucionarios no solo colocaron al hombre en el centro de sus concepciones e ideales, como fue el caso de Julio Antonio Mella, sino que intentaron crear las condiciones objetivas y subjetivas para su logro. En el resto de Latinoamérica encontramos también dignos ejemplos de pensadores marxistas de una amplia y profunda concepción humanista como fue el caso del peruano José Carlos Mariátegui, del argentino Aníbal Ponce, el también argentino Carlos Astrada y el mexicano Vicente Lombardo Toledano, por solo mencionar algunos de los más destacados.

José Carlos Mariátegui analiza la realidad de América Latina desde un enfoque dialéctico, considerando la correlación sociedad-individuo a partir de las particularidades de la región, por ello señala: "no queremos que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indoamericano. He aquí una visión digna de una generación nueva," se trata de pensar con ideas propias, de buscar soluciones a los problemas devenido de nuestra realidad, tarea que debe enfrentar un hombre que piense diferente, pero sin menospreciar los valores morales creados por las sociedades que le antecedieron, hace un análisis objetivo de los problemas socio-culturales y clasistas de la realidad latinoamericana. Es la línea que sigue al analizar la realidad peruana, según su opinión, "El socialismo nos ha enseñado a plantear el problema indígena en nuevos términos. Hemos dejado de considerarlo abstractamente como problema étnico o moral para reconocerlo concretamente como problema social, económico y político y entonces lo hemos sentido, por primera vez esclarecido y demarcado". Ello le permite proponer soluciones a los problemas del momento y trazar la estrategia de la lucha latinoamericana, ve el socialismo como porvenir de América, y a las nuevas generaciones como sus protagonistas, quienes deben crear y realizarse en el trabajo; por eso expresó: "El destino de un hombre es la creación. Y el trabajo es creación, vale decir liberación. El hombre se realiza en su trabajo". Es decir que para este pensador, el trabajo es la vía hacia la realización humana, por lo que se debían crear las condiciones que hicieran posible que el individuo se viera realizado en su obra.

Para Anibal Ponce, la existencia de la propiedad privada sobre los medios de producción, hace que la máquina triture al obrero y lo degrade. En el comunismo, en cambio, la máquina liberará al obrero con la reducción de la jornada laboral y el bienestar creciente, le dará posibilidad de asomarse al mundo de la cultura. Al respecto planteó:

[...] La máquina, que es por esencia liberadora, acentúa bajo el capitalismo la estrechez de las especialidades con el "idiotismo profesional" que en poco tiempo crean [...] ¿Cómo devolver al individuo mutilado por la especialidad, su desarrollo completo, su sed de totalidad? Por la conquista del poder político que será el resultado de la victoria proletaria.

Para este pensador, la eliminación de la división social del trabajo, es el fundamento de la formación de la personalidad de nuevo tipo, que junto a la educación, que es la encargada de combinar la teoría con la práctica, asegurarían el desarrollo universal de las capacidades humanas. Sostenía que "El socialismo, aunque digan lo contrario sus enemigos, aspira a realizar la plenitud del hombre, es decir a liberar al hombre de la opresión de las clases para que recupere con la totalidad de sus fuerzas, la totalidad de su yo [...]".

De aquí que para Ponce, el término hombre nuevo, esté referido al hombre de desarrollo integral, para quien las diversas funciones sociales no serían más que maneras diferentes y sucesivas de su actividad; hombres que pueden formarse en determinado momento del desarrollo histórico. La formación del hombre nuevo, se fundamenta en dos premisas: en la conquista del poder político por el proletariado y en la eliminación de la división social del trabajo, así como en la posibilidad que tendrán los hombres de dominar la cultura.

Otro argentino, Carlos Astrada quien fuera en sus inicios seguidor del existencialismo (corriente ético-filosófica que ganó muchos adeptos en América Latina); se separa de éste al comprender la incapacidad de dicha filosofía para resolver los problemas del hombre, desembocando finalmente en el marxismo.

Astrada, siguiendo la concepción marxista, ve en el proletariado la clase emancipadora, que al cumplir su misión histórica de superarse a sí misma como clase, debe abolir la sociedad clasista, provocando el advenimiento del hombre humano, rotas las ataduras de la enajenación, mediante el salto al "reino de la libertad". Partiendo de Marx, ve al comunismo como positiva superación de la propiedad privada, como condición necesaria del retorno del hombre a sí mismo como ser social, donde puede llegar a ser un "hombre total", es decir, devenir universalmente humano. "Ahora -señala Astrada- se encamina a una nueva realización de su ser, a una nueva imagen suya. Aspira a realizarse y concebirse en todas sus posibilidades inmanentes, a integrarse en sus potencias, reencontrarse, en fin, a sí mismo en una plenaria concreción de su humanidad esencial". Astrada tiene en cuenta la formación de un hombre nuevo en correspondencia con la sociedad sin clases, donde se afirme a sí mismo como humano, movido por nuevas necesidades, nuevos fines y nuevos valores. Aborda la problemática, teniendo en cuenta factores económicos, políticos y ético-filosóficos.

Este análisis ha permitido entender que el problema de la formación del hombre nuevo, que ha sido tratado a través del decursar de la historia y comprendido desde ópticas diferentes, fue tema de preocupación esencial de los fundadores del marxismo y de sus seguidores.

En nuestro tiempo, pensadores de la talla de Ernesto Che Guevara, Fidel Castro y otros revolucionarios, han hecho suyos los legados del marxismo para encauzar en la práctica la formación de las nuevas generaciones.

Tomando como fundamento la teoría marxista, concebimos al hombre nuevo, como aquel hombre capaz de transformarse a sí mismo, de apropiarse de forma dialéctica de valores nuevos, de interpretar y transformar la realidad, al tiempo que se enriquece su propia esencia. Un hombre que pueda autovalorarse deliberadamente como sujeto y objeto del desarrollo; un hombre que sólo puede ser alcanzable cuando desaparezcan todas las formas de enajenación social, en primer lugar las económicas.

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